domingo, 21 de septiembre de 2014

LUIS MELÉNDEZ, PINTOR DE LA MATERIALIDAD


En la formación social actual la inespiritualidad tiene una de sus manifestaciones en la incomprensión y repudio de lo material. El zafio fisiologismo y el chabacano pancismo que se han enseñoreado de nuestro mundo son inhábiles para percibir lo que la materia es en tanto que substancia y fundamento.
        
Por eso la obra pictórica de Luis Meléndez (1716-1780) posee una importancia singular, debido a que muestra la grandeza de la materia, del componente último de las cosas. Su genialidad otorga a las realidades más humildes pero más fundamentales esencialidad y magnificencia.
        
Meléndez vivió pobremente y murió en la miseria, pues rehuyó la pintura, adoctrinadora y grandilocuente, de reyes, aristócratas, adinerados o príncipes de la iglesia. Su obra es escasa, un fastuoso Autorretrato y poco más, aparte de los 44 bodegones que le han hecho universalmente admirado, compuestos en 1759-1774.
        
Son cuadros de pequeño formato, que las mentes frívolas y superficiales consideran sólo buenos para emperifollar salas de inferior significación. Pero Meléndez, en sus bodegones, no pinta sin más los objetos de la cotidianidad: pan, frutas, queso, cuencos, cestas, barriletes, meleros, botellas, verduras, mariposas, chocolateras, perdices, huevos, peroles, rajas de salmón, pucheros y varias más, pues muestra la esencia común a todas ellos, plasmando la materia, lo material y la materialidad.
        
Su técnica pictórica no es realista. Al contrario, ahonda en la esencia de cada cosa, resalta y potencia lo que es primordial en él, mostrando la materia en su trascendencia. No copia la realidad, no pinta un pedazo de pan particular sino el pan en tanto que entidad combinada y múltiple, alimenticia y genésica, gustativa, olorosa, crujidora y visual. Lo mismo consigue con todo lo que representa. De ese modo convierte lo cotidiano en sublime. Y al revelar con una excelsitud tan estremecedora las realidades más usuales nos lleva a amarlas.

Meléndez erotiza las cosas. Nos deslumbra con su belleza, épica y grandeza.

Nos enseña a sentir por y con ellas emoción y respeto, afecto y pasión. Nos hace seres que viven con las cosas y no solamente gracias a ellas. En sus bodegones el utilitarismo es refutado pues las viandas y elementos auxiliares se elevan a la categoría de objetos magníficos. Al alimentarnos con aquéllas incorporamos la grandeza de lo existente, la excelencia de lo material. Con Meléndez los objetos primarios, lo corporal universal, se hacen espíritu, y el espíritu se manifiesta como cotidianidad transcendida.

Ese modo transfigurado y enaltecido de percibir lo material es imprescindible para mejorarnos como seres humanos. La sociedad de consumo nos fuerza a considerar los objetos -ahora mercancías- de un modo perverso, a arrojarlos nada más comprados, por tanto, a odiarlos en actos. Ese uso perverso es facilitado por su fealdad y falta de calidad, consecuencia de la producción asalariada y tecnificada.

Pagar su precio es el inicio del aborrecimiento por ellos, del maltrato y del desprecio, del echarlos al vertedero, lo que es necesario para volver a realizar un nuevo acto de compra. Por eso la sociedad de consumo es un orden asentado en la enemistad hacia lo material, en la falta de consideración por las cosas que son al mismo tiempo cosas y productos del trabajo humano, con lo cual la ojeriza y desamor son dobles, hacia el mundo material y hacia los otros.
        
Para establecer un orden del amor necesitamos transfigurar las cosas, como hace Meléndez, y elevarnos a nosotros mismos sobre la incomprensión y destructividad usuales en la relación con ellas. Para re-civilizar una sociedad en agonía se hace necesario reformular la relación con las cosas tanto como la relación con los otros, con la sociedad y con nosotros mismos.
        
Con Meléndez refutamos a Platón, negando que el cuerpo, lo material, sea la tumba del espíritu. Antes al contrario, es una de sus más magnificas expresiones. Somos seres corporales y, por tanto, seres espirituales.
        

viernes, 19 de septiembre de 2014

PERO, ¿HAY ALGUIEN QUE DE VERDAD DESEE LA INDEPENDENCIA DE ESCOCIA?




La pregunta del título es pertinente dado que los argumentos del nacionalismo burgués escocés se refieren sobre todo a cuestiones socioeconómicas. Una Escocia “independiente” tendría mayores subsidios, menos impuestos, jubilaciones a edad temprana, tasas académicas reducidas, más guarderías y así por el estilo. En suma, una renta per cápita mayor y un consumo ampliado. Escocia, con la “independencia”, pasaría a ser el país de Jauja.

El “independentismo” desea a la reina de Inglaterra como jefa del Estado (la nueva Escocia sería monárquica), la libra permanecería como moneda (lo que equivale a conservar la soberanía del Banco de Inglaterra), la BBC se perpetuaría aleccionando a la población (la formación/deformación de la opinión pública seguiría siendo competencia inglesa), los escoceses continuarían usando pasaportes ingleses (admitiendo la soberanía inglesa en política exterior) y Escocia se quedaría en la Unión Europea.

De otras cuestiones ni se habla. Si Escocia se hace independiente de verdad, sin comillas, el ejército inglés ha de abandonar el país, lo mismo que la policía. El sistema judicial inglés tiene que ser desmantelado, con jueces y magistrados expulsados a su país, con derogación de la legislación inglesa y creación de una nueva legalidad escocesa. Para financiar al Estado escocés hay que estatuir un sistema fiscal propio. Del idioma escocés, en agonía, nadie dice nada, dado que todos idolatran el inglés.

Al parecer, Escocia ha de ser “independiente” sin lograr la soberanía para el pueblo escocés. Tal es la chusca propuesta del nacionalismo burgués. El llamado referéndum de “independencia” fue bien singular: votar No era dejar al Estado inglés en Escocia, y votar Sí era lo mismo… aunque con más ventajas monetarias, o eso se prometió. El día 18 triunfó el No pero igual hubiera sido que lo hiciera el Sí.

Si se examina la soberanía económica nos encontramos que hoy en Escocia la amplia mayoría de la actividad productiva está en manos de empresas no escocesas, asunto que no preocupa a los jefes “independentistas”.

El nacionalismo burgués se ha especializado en colosales operaciones de manipulación de las crédulas, dóciles, débiles e ininteligentes masas de las sociedades europeas. Jugando con las legítimas aspiraciones de los pueblos dominados a su liberación efectúa campañas confusionistas en las que nada importante es lo que dice que es.

Muy poco cuenta, en tales intervenciones, la historia, identidad presente e idiosincrasia de los pueblos. Apenas nada hay de afirmación de la propia cultura y lengua. La libertad es reducida a un valor en quiebra, hasta el punto de admitir el aparato militar y financiero del país opresor. Todo queda rebajado a la categoría de folklore de exigua calidad, mientras el dinero ocupa el centro del escenario.

La era de la globalización de los Estados y de las grandes empresas es la de la trituración de los pueblos, culturas y lenguas minoritarias. Hasta ahora han sobrevivido como realidades no-libres. Desde ahora ya no sobrevivirán ni siquiera así, salvo si se formula una estrategia rigurosa, adecuada a las nuevas condiciones. Las intervenciones del nacionalismo burgués y partitocrático buscan asestar el golpe de gracia a los pueblos dominados, al banalizar y mixtificar la cuestión. Aquél llama a éstos a la “independencia” para que renuncien a su identidad, para que se resignen a su desaparición.

La estrategia del nacionalismo burgués hoy es tan perversa que ni siquiera aspira a tener Estado, pues se contenta con el Estado opresor. La cuestión tiene dos momentos. En el primero equipara la supuesta emancipación a lograr un Estado propio. En el segundo presenta como más “realista” valerse del Estado opresor… Lo cierto que hoy, con la mundialización de la economía y de los entes estatales, no hay solución a la opresión de los pueblos, y ni siquiera es ya posible su existencia, en el marco del capitalismo y sin poner fin a la dictadura estatal.

El “independentismo” del nacionalismo burgués es tan creíble como el “socialismo” de la socialdemocracia.

Dicho nacionalismo, por lo general en manos de partidos derechistas, degrada el ejercicio del derecho de Autodeterminación a una votación en ausencia de libertad real. Oculta que la precondición para el ejercicio de aquel derecho es la conquista de la soberanía por y para el pueblo dominado. Sólo si el pueblo es libre puede luego escoger y votar libremente. Los regímenes parlamentaristas nunca son de libertad para el pueblo, de manera que los resultados, cualesquiera que sean, no pueden ser admitidos.

Al romper toda relación entre la liberación de los pueblos y la revolución social integral las mascaradas “independentistas” se reducen a una forma taimada de afirmar el capitalismo. Su mensaje implícito es que la emancipación puede lograrse aquí-y-ahora, sin decisivas transformaciones sociales, por medio de una votación no-libre y sin cuestionar en lo más mínimo el orden vigente, el sistema de gran empresa, la propiedad privada concentrada y la dictadura del ente estatal. En ello se manifiesta la naturaleza categóricamente burguesa y reaccionaria de dicho “independentismo”. Y de quienes le siguen servilmente en la “radicalidad”, convertidos en sus comparsas.

Sería bueno que la mojiganga organizada en Escocia por la partitocracia “independentista”, confabulada con Londres y a su servicio, sirviera para abrir los ojos y hacer pensar a quienes, de buena fe pero irreflexivamente, respaldan tales operaciones. Se necesita formular una estrategia integral para la liberación de los pueblos oprimidos en las actuales condiciones, muy complejas y diferentes a las de hace sólo unos decenios. En tal estrategia lo sustantivo es que la emancipación de los pueblos ha de unirse con la revolución integral, no como fraseología abstracta sino como programa y proyecto para el día a día.


En mis libros “La democracia y el triunfo del Estado” y “O atraso político do nacionalismo autonomista galego” se encuentran algunos elementos para ir desarrollando el nuevo enfoque y estrategia que la lucha por la emancipación integral de los pueblos oprimidos necesita en la era de la mundialización, del capitalismo global. Por supuesto, lo allí expuesto es preliminar e insuficiente, quedando mucho por hacer. Pero es, al mismo tiempo, inicialmente útil, también para desmontar las temibles intervenciones políticas del nacionalismo burgués “independentista”, de derecha y de izquierda.

jueves, 18 de septiembre de 2014

EN DEFENSA DEL IDIOMA CASTELLANO. NO A LA IMPOSICIÓN DEL INGLÉS






El actual gobierno de la derecha, del PP, ha anunciado que para el periodo 2015/2020 hará que un tercio de las carreras universitarios, y la mitad de los másteres sean “bilingües o sólo en inglés”.

Con ello la imposición de la lengua de la mundialización y del imperio del capital dará un nuevo salto hacia adelante, lo que significará un nuevo retroceso del castellano, que tiene ante sí un futuro preocupante.

Nuestra clase media está radiante con tales disposiciones. Al estar casi completamente desarraiga y aculturada, al padecer un autoodio y complejo de inferioridad muy acentuados, al no tener más meta vivencial que el incremento de sus ingresos monetarios, desea que sus hijos se manejen en inglés, quedando el castellano rebajado a nivel de lengua de segunda, sólo buena para formas secundarias y subordinadas de comunicación.

Ya hace tiempo que la clase media no se interesa por su lengua materna. No la valora, no la estudia, no se empeña en conocerla y usarla con propiedad. A la vez, se ha desinteresado por su historia, cultura y valores. No sabe nada de su pasado, ni le interesa saber, pues considera que tener raíces culturales y vínculos emocionales con su comunidad de origen es un inconveniente a la hora de competir en el mercado laboral.

Dicho de otro modo, el sujeto de dicha clase se considera a sí mismo como mano de obra y no como seres humanos, que ha de ser auto-vendida en las mejores condiciones posibles, esto es, en inglés. Eso viene a significar que hace dejación de su propia condición humana para rebajarse a producto que se oferta para alcanzar una única meta: dinero, ascenso social y buenos empleos.

Indudablemente, el inglés hoy es la lengua de los seres nada.

La pelea por la salvación del idioma castellano tiene que ampliarse y vivificarse. De no ser así la sustitución lingüística tendrá lugar, probablemente, antes de que termine este siglo, quedando el castellano como una lengua muerta, o en el mejor de los casos, moribunda. Quienes no contemplan así la situación es porque infravaloran la colosal y descomunal capacidad de manipulación e intervención que tiene hoy la gran empresa transnacional y los grandes Estados.

Las estructuras actuales son de un poder tan formidable, sobre todo los entes estatales, y el individuo -por no decir el pueblo- está tan debilitado y disminuido, que aquéllas pueden hacer lo que deseen sin apenas oposición. El Estado español se ha lanzado ahora a degüello contra el castellano, ¿quién defenderá nuestra lengua hoy, cuando el pueblo ya casi no es pueblo sino sólo populacho?

miércoles, 3 de septiembre de 2014

EDUCADOS (DESEDUCADOS) PARA VIVIR EN EL PARAISO Y DESTINADOS A VIVIR EN EL INFIERNO

La sociedad aberrante actual y el sujeto en putrefacción, o ser nada, que la habita dan una crianza a niños y adolescentes que se fundamenta en una idea fija, constituir criaturas destinadas a gozar y disfrutar, a acumular delicias de la cuna a la tumba. Las madres y padres, que suelen ser epicúreos patéticos y hedonistas frustrados, desean hacer de sus retoños una prolongación de sí mismos, con lo que buscan que sus vidas sean una sucesión de acontecimientos gozosos, donde toda dificultad o malestar queden excluidos.

Dejemos el trastornado universo de lo que debe ser o se desea que sea y pasemos al más riguroso de lo que es, en dos puntos: a) qué está resultando de la educación hedonista y placerista, b) cómo será la sociedad del futuro inmediato.

Ya son varias las generaciones que han sido deseducadas conforme a los fines mencionados. Lo logrado puede describirse como sujetos aquejados de inmadurez crónica, escasos de inteligencia y creatividad, débiles de espíritu y de cuerpo, ni justos ni responsables ni valientes, egocéntricos y caprichosos, insociables e incapaces de amar, obsesionados con los bienes materiales y el consumo, sumisos antes los ricos y los poderosos, ineptos para comprender qué significa el vocablo libertad pero muy expertos en percibir lo que quiere decir la palabra dinero. Además, se desmoronan ante la primera dificultad, con la depresión siempre acechante, están atenazados por diversos padecimientos psíquicos, no saben recrearse con las cosas positivas de la existencia, carecen de vida espiritual y poseen una mediocre salud física.

Lo que viene es de aúpa. Occidente se está desmoronando. Su economía se debilita día a dia aunque con altibajos, mientras las potencias emergentes van de logro en logro. En 15/20 años, cuando los niños mimados e hiper-protegidos que ahora son deseducados vivan en la madurez, estará ya muy baqueteada la sociedad de consumo y el Estado de bienestar, con una economía de salarios bajos, jornadas de trabajo interminables y escasez múltiple para las clases populares. Una sociedad en la que el amaestramiento hedonista que ahora reciben aquéllos será un enorme inconveniente incluso para simplemente sobrevivir.

Lo peor no será la penuria sino el habitar en una sociedad en que los rasgos decisivos de lo humano han sido extinguidos. En el pasado, las épocas de pobreza material extrema se sobrellevaron acudiendo a la riqueza anímica de la sociedad y el individuo. Había cooperación y solidaridad, normas éticas aplicadas, inteligencia natural, voluntad de salir adelante a partir del propio esfuerzo, alegría en los padecimientos, afecto integrador y hermandad operante. En el futuro lo peor no será la escasez de bienes físicos sino la indigencia espiritual y la desintegración de la calidad de la persona. Eso es lo que hará la vida durísima.

En tales condiciones, ¿podrán sobrevivir estos niños y niñas que ahora son adoctrinados y amaestrados para, en su edad adulta, llevar unas vidas imposibles?

Se tiene, por tanto, que educar con amorosa severidad, no con mimos, “permisividad” y paternalismo. Hay que plantear exigencias, inculcar valores y mostrar que los deberes son más importantes que los derechos. Es necesario fomentar la fortaleza psíquica y física, para que la persona sea capaz de hacer frente a no importa qué dificultades. Se tiene que enseñar a amar, a fin de que el niño y el adolescente trasciendan la cárcel del yo y se abran a lo universal. Hay que habituar a padecer, a sobrellevar, a sufrir. Es necesario inculcar una férrea voluntad de sobrevivir en cualquier circunstancia, no sólo ni principalmente para sí sino para el bien general y para el otro.

El ser humano es, por naturaleza, bipartido, buena/malo, y una educación digna de tal nombre ha de enseñar asimismo a lidiar con el propio mal interior, sin permitir que el victimismo le convierta en un narciso inconsistente y quebradizo.

Una responsabilidad grande en esto es de la madre “a la española”, en realidad una triste herencia del franquismo hecha suya por la progresía. Este tipo de mujer está persuadida de que todo consiste en amar a su prole, sin educar a ésta para que la ame. Así construye personas incapaces de querer e ineptas para convivir en pie de igualdad. La madre ha de ser madre, no sirvienta y mucho menos esclava de sus hijas e hijos. Se concibe como sujeto de deberes, e idea a sus hijos como adscritos a derechos. En vez de entender la función maternal como un intercambio de amor la piensa como un vivir de rodillas. Sirve pero no desea ser servida, ama pero no pretende ser amada.

Lo que dimana de ahí, en tanto que pedagogía, es un desastre. Las hijas e hijos así deseducados son despóticos, caprichosos, carentes de límites. Se obsesionan con su libertad e ignoran la libertad de los demás. No logran concebir al otro como alguien a quien considerar y querer, y tienden a pensar que la humanidad entera ha de ponerse a su servicio. Con una escasa o nula vida interior y fortaleza psíquica, en sus vidas de adultos propenden a reproducir las relaciones de dominación que mantuvieron con su madre, negándose a admitir responsabilidad, realizar servicios y asumir deberes. Todo ello les hace tristes, insociables, vulnerables, débiles, acomplejados e ininteligentes, esto es, poco apropiados para sobrevivir en los pésimos tiempos que ya están ahí.